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18.1.20

Epopeyas de adolescente (I) - La desolación

Ese día de Septiembre de 1987 me di cuenta. Era capaz de superar retos mucho más grandes de los que me había imaginado. Hasta ese día no fui consciente del poder que tenía.

Éste es un relato de superación, de orgullo, de tristeza también, pues de alguna manera fue una experiencia traumática, pero que refleja una de los momentos mas brillantes e inquietantes de mi vida. Es un relato corto, una vivencia, un cachito de mi vida que hoy rememoro de nuevo, volviendo a sentir, con la lógica distancia en el tiempo, las mismas sensaciones.

Para ilustrar la historia que te quiero contar, voy a usar como mecanismo un dialogo conmigo mismo, donde el Alfonso de hoy, de cuarenta y ocho años se encuentra con el Alfonso de diez y seis, treinta y dos años atrás. Tomo prestada la idea que ya utilizó Borges en su cuento "el otro".

He quedado con él en uno de mis sitios favoritos (y suyo también). El parque del retiro de Madrid. En un banco de una zona muy tranquila cerca del estanque, situado en frente del Palacio de Cristal. Uno de los lugares mas idílicos de mi ciudad.

Espero sentado en un banco, observando el sosiego de mi alrededor. Hemos quedado a primera hora de la mañana, sobre las 10:00 y todavía no hay mucho movimiento.

Le veo llegar, con esa manera de andar "chulesca" que dicen que tengo , o "muy sobrada", como muy seguro de mí mismo. ¡Si ellos supieran!... Esa seguridad en mí mismo es algo que a día de hoy, y parece mentira, echo en falta. Debería de ser al revés, y que dicha cualidad se mejorase con los años, debido a la experiencia. La experiencia me debería haber dado sosiego, tranquilidad, la capacidad de relativizar los problemas, tomar distancia con las preocupaciones. Pero la vida es injusta, y no tiene porque ser así, por lo menos en mi caso, por lo menos en este momento de mi vida.

Nos encontramos. Lleva puesta mi camiseta favorita de la época. Blanca, de manga larga con el símbolo de una estrella roja, y el nombre de "Jesus & Mary Chain" sobre ella. Una de mis bandas favoritas. En esa época llevo (lleva) el pelo largo. No para de tocárselo.

Nos sentamos y arranco.

    - ¿Cómo estás?.

    - Bien. Ahora muy bien. Fantástico. Ha sido mucha tensión la que he tenido todo el verano. Ahora todo ha pasado.

    - Cuéntame, ¿Porqué has tenido esta tensión? ¿A qué es debido?.

    - Bueno. Estoy cursando segundo de B.U.P. , y en junio me quedaron seis asignaturas. De nueve que tenía únicamente aprobé seis. Vamos, básicamente que me he tocado los huevos todo el año, no hay que darle muchas mas vueltas.

En el año 1987 los estudiantes cursábamos tres años de lo que se llamaba el B.U.P., lo que corresponde a día de hoy a bachiller, y un año de C.O.U. De orientación a la universidad. No se podía pasar de un curso a otro si suspendías mas de dos asignaturas. Con este panorama, de seis suspensos, estaba más que abocado  a repetir curso, lo que para mí suponía un fracaso total.

    - Ya, ya, ya veo. Bueno. Por situar el punto de partida, ¿Cómo fue el momento de recibir los seis suspensos? ¿Cómo te sentiste? ¿Cómo se lo tomaron tus padres? - Le pregunté.

    - En el momento de recibir las notas, de interiorizarlas, de darme cuenta de la magnitud del desastre, del tiempo perdido, del dinero perdido de mis padres.. Me derrumbé. Fue como si un agujero negro me absorbiese, como si el mundo se fuese a acabar, como si toda mi vida fuese a esfumarse  en ese preciso instante.

    - No me derrumbé por miedo a mis padres, al castigo. El castigo, fuese el que fuese, estaba mas que justificado. Me derrumbé porque me decepcioné a mi mismo. Estaba avergonzado de mi mismo. Fue unos de los momentos mas tristes de mi vida.
   
También es cierto que con diez y seis años amplificas cualquier problema que puedas tener, por insignificante que parezca. Pero esto no era un problema pequeño. Era una cagada de un tamaño descomunal.

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